jueves, 20 de agosto de 2009

Una buena elección, cuento árabe


Érase una vez tres amigos que decidieron hacer un viaje mochilero juntos, con el propósito de conocer un poco más su tierrra, un viaje que en principio duraría toda una semana.

Un buen día, a media tarde, después de haber andado debajo del sol abrasador de la mañana, se encontraron una moneda tirada en el suelo. Los equipajes que prepararon para la aventura eran mínimos, y se encontraron con que no tenían mucho dinero. Así que empezaron a discutir en qué podrían gastarse aquella moneda.

- Yo necesito algo dulce para comer.- advirtió el primero

- No, yo quiero varias cosas dulces para comer.- aclaró el segundo.

- Yo discrepo.- saltó el tercero.- Yo quiero comida que apague mi sed.


De pronto, paseando por un camino cercano, vieron a un hombre, en aparencia un hombre sabio. Se acercaron a él, le explicaron la situación y le pidieron ayuda. "¿Quien ha tenido la mejor idea para gastar esta moneda? ¿Quien se la merece más?"

- Puedo satisfaceros a todos.- les aseguró el sabio

Fue a una tienda de comestibles en un pueblo cercano, y los tres amigos le siguieron. Con la moneda, compró un racimo de uvas, que dividió entre los tres.


- ¡Esto es algo dulce para comer!.- exclamó el primero, contento.
- ¡Estas son varias cosas dulces para comer!.- gritó agradecido el segundo.
- ¡Y esto es comida con la que apagar mi sed!.- dijo el tercero.


 

martes, 16 de junio de 2009

La enseñanza del sabio Vedantín, cuento Hindú


Era un sabio Vedantín, es decir, que creía en la unidad que se manifiesta como diversidad. Estaba hablando a sus discípulos sobre el Ser Supremo y el ser individual, explicándoles que son lo mismo. Declaró: 

-Del mismo modo que el Ser Supremo existe dentro de sí mismo, también existe dentro de cada uno de nosotros. 

Uno de los discípulos replicó:

 - Pero, maestro, ¿cómo nosotros podemos ser como el Ser Supremo, cuando Él es tan inmenso y poder? Infinitos universos moran dentro de Él. Nosotros somos partículas a su lado. 

El sabio le pidió al discípulo que se aproximase al Ganges y cogiese agua. Así lo hizo el discípulo.  Cogió un tazón de agua y se lo presentó al sabio; pero éste protestó: 

  - Te he pedido agua del Ganges.  Ésta no puede ser agua de ese río. 

  - Claro que lo es - replicó el discípulo consternado. 

  - Pero en el Ganges hay peces y tortugas, las vacas acuden a beber a sus orillas, y la gente se baña en él. Esta agua no puede ser del Ganges. 

  - Claro que lo es -insistió el discípulo-, pero en tan poca cantidad que no puede contener ni peces, ni tortugas, ni vacas, ni devotos. 

—Tienes razón -afirmó el sabio.- Ahora devuelve el agua al río. 

Así lo hizo el discípulo y regresó después junto al sabio que le explicó: 

- ¿Acaso no existen ahora todas esas cosas en el agua? El ser individual es como el agua en el tazón. Es una con el Ser Supremo, pero existe en forma limitada y por eso parece diferente. Al devolver el agua del tazón al río, volvió a contar con peces, tortugas, vacas y devotos. Si meditas adecuadamente, comprenderás que tú eres el Ser Supremo y que estás en todo, como Él.

martes, 9 de junio de 2009

El dios de la Pobreza y el dios de la Fortuna, cuento Japonés


Hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo vivía un hombre muy trabajador. Este a pesar de trabajar tanto vivía en la miseria ya que el dios de la pobreza vivía en su casa.

Un día decidió dejar de trabajar, cansado de ver que su situación no mejoraba en nada.

Todo el pueblo, al ver que este hombre había perdido las esperanzas en una mejora de su situación, decidieron presentarle a una mujer para que le acompañara, y para el hombre luchara por subsistir. Tan bién fue la presentación que un buen día contrajeron matrimonio.

Ella era muy trabajadora.

El hombre que no quería que sólo ella trabajase, empezó nuevamente a trabajar con todos sus ánimos.

El dios de la pobreza al verlos esforzarse tanto pensó: "Cada día se me hace más difícil vivir aquí, ellos esforzándose tanto, y mientras yo habite  esta casa, ellos no podrán dejar de ser pobres."

Al final de dicho año, el dios de la pobreza se encontraba llorando en el desván de la casa, la pareja al oír el llanto, fueron a ver qué ocurría.

Ellos se sorprendieron y le preguntaron: "¿Quien eres?".

Él les contestó: "Soy el dios de la pobreza. Durante mucho tiempo he vivido aquí, pero vosotros trabajáis tanto que muy pronto tendré que abandonar esta casa, ya que vendrá el dios de la fortuna."

Ellos al escucharlo se sintieron muy tristes puesto que él era el dios que cuidó la casa durante mucho tiempo. Lo invitaron a bajar a la habitación.

El hombre le dijo: "Queremos que se quede aquí con nosotros para siempre, porque ésta es su casa"

El dios de la pobreza se puso muy contento ya que era la primera vez que alguien lo había tratado con tanto afecto.

En ese momento vino el dios de la fortuna y le dijo "¡Todavía estás aquí! ¡Fuera, rápido!

El dios de la pobreza contestó "¡No! ¡Esta casa es nuestra!" y se abalanzó sobre el dios de la fortuna, pero no podía competir con él porque era muy delgado, y el dios de la fortuna muy gordo.

Al ver la pelea el matrimonio le ayudaron, y echaron de la casa al dios de la fortuna.

Éste, sin embargo, no entendía nada de lo que aconteció. Se preguntó a sí mismo: " Yo soy el dios de la fortuna ¿No?"

Al final, el matrimonio nunca pudo llegar a ser rico, pero, vivieron felices para siempre.

El dios de la pobreza todavía vive en una habitación de la casa.

miércoles, 3 de junio de 2009

El zapatero, la lechuza y el halcón


Ben Said, trabajaba como  zapatero, era musulmán, devoto y practicante. Un día, antes del atardecer, entró a la mezquita con la intención de orar, como cada día. Después de hacer sus pregarias, se sentó sobre sus talones. Se preparaba a invocar a Allah, cuando vio a una lechuza que estaba parada sobre el muro y parecía ignorar al gentío. Ben Said la miró un largo rato despertándole curiosidad. 

Al día siguiente, a la misma hora, regresó a la mezquita, y la lechuza estaba allí, parada sobre el muro.

El tercer día la vio todavía en el mismo lugar: no se había movido.

Cada tarde Ben Said encontraba a la lechuza inmóvil, en el mismo sitio. Decidió acercarse y se dio cuenta que el animal era ciego. -¡Es ciego! - se dijo Ben Zaid- ¿Pero cómo encontrará su alimento? Entonces llegó un halcón y con las alas desplegadas abrigó al débil animal, llevaba en el pico una pequeña serpiente, se puso a desgarrar la carne y se la daba de alimento. Al ver aquella escena Ben Said empezó a pensar y razonar y se dijo “No hay fuerza ni poder que no emane de Dios", "el halcón con su ayuda le impide perecer miserablemente. Y decir que yo, pobre Ben Said, tengo que esforzarme para vivir y tengo que trabajar para juntar unas pocas monedas", ¿cuantos zapatos y más zapatos debo remendar todos los días?.¿Está mal levantarse tan temprano y trabajar con afán todo el día?, Más no vale la pena vivir con ansiedad permanentemente cuando sería suficiente tener confianza en la bondad de Dios que mantiene a aquella lechuza. Tal vez yo, Ben Said... ¿no tengo el mismo a los ojos de Allah? 

Asimismo, Ben Said decidió abandonar su oficio. Cerró su tienda y se fue a sentar delante del portal de la mezquita. Estaba contento y orgulloso de sí mismo: “Ahora sí que me asemejo a la lechuza”. Y esperaba a que los que pasaran y dejaran alguna limosna. 

Un día pasó un amigo y lo miró y al reconocerlo le preguntó: ¿Ben Said, qué haces aquí? El zapatero contó toda la historia de la lechuza y del halcón. ¿No había sido acaso aquello una enseñanza? ¿Un signo de la voluntad de Dios?. Sin embargo el amigo dijo: 

- Querido Ben Said me parece que tú no has entendido nada de lo que Dios te ha mostrado. No lo hizo para que tú corrieses a comportarte como la débil lechuza, sino para que tu imitases al halcón que ayudó a un infortunado y más necesitado que él. Esto solamente te quería enseñar Dios: tú debes ser un amigo caritativo, bondadoso para los hermanos indigentes y debes ser para ellos un socorredor lleno de cariño. 

viernes, 29 de mayo de 2009

En Patufet, patim patam patum

El padre de este cuento es el gran escritor catalán Josep M. Folch i Torres. Es un cuento popular de índole infantil, y, por respeto al escritor, lo escribiré en catalán, como me lo contaron a mí:


Vet Aquí que una vegada hi havia un pare i una mare que van tenir un fill petit petit com un gra d’arrós. La veritat és que els pares es van quedar una mica parats, però de seguida se’l van estimar i li van posar el nom de Patufet.

Els dies van anar passant un darrere l’altre. Ara en Patufet ja caminava i ja parlava, però de créixer, no creixia. No creixia ni beneïa. Sempre va ser menut com un gra d’arròs. Això sí, era bellugadís i treballador com un ocell.

Un dia la seva mare era a la cuina fent el dinar. Estava remenant un arròs amb conill que els àngels hi cantaven.

Però quan va anar per posar-hi el safrà, es va adonar que ja no en quedava ni una engruna.
Sí que estic ben guarnida, ara! – va cridar la bona dona.

Però en Patufet, que la va sentir, va saltar de seguida:
Ja aniré corrents a compra-ne!

La mare es va posar les mans al cap i va fer:
Què dius, ara, fill meu! ¿Què no veus que la gent del carrer no et veurien i et trepitjarien?

Però en Patufet era del morro fort i rondinava i plorava i picava de peus:
Que no, que aniré cantant ben fort i així em veuran i no em trepitjaran!

I com en Patufet marranejava de valent i la mare necessitava el safrà, al final el va deixar sortir. Li va donar un duro i li va dir:
Vés i demana un duro de safrà. I vigila que no et trepitgin, que et deixarien fet una coca!

En Patufet va agafar el duro i se’l va carregar a l’esquena com si portés una roda de molí.

Ja tenim en Patufet corrent pel carrer amb el duro a l’esquena. I com que no volia quedar fet una coca, anava cantant a tota veu:

Patim patam patum,

homes i dones del cap dret,

patim patam patum,

no trepitgeu en Patufet

I la gent que passaven per la seva vora quedaven ben espantats de veure un duro que caminava i que cantava. No veien que a sota el duro hi havia un nen petit petit com un gra d’arròs.

Cantant cantant, en Patufet va arribar a la botiga de Ca la Rojals i va cridar ben fort:
Vull un duro de safrà per tirar a l’arròs amb conill que està fent la mare.

Quan la botiguera va sentir aquella veueta, tota es va atabalar: ¿D’on sortia aquella veu? ¿Qui hi havia?. La pobra dona vinga mirar i remirar pels racons de la botiga.
Però ¿qui hi ha, si no veig ningú? – deia.

I en Patufet cridava mig enfadat:
Sóc jo, en Patufet. ¿qué no em veiue? Em teniu aquí davant, sota el vostre nas, i vull que em doneu un duro de safrà per tirar a l’arròs amb conill que està fent la mare.

La botiguera encara s’anava espantant més. Fins que al final es va adonar que a terra hi havia un duro que ballava. ¿Què devia ser allò? Va recollir el duro, però per més que se’l mirava no entenia com podia ser que parlés.

I mentre ella remenava el duro, en Patufet perdia la paciència. I al final va tornar a cridar:
¿Em voleu donar un duro de safrà per tirar a l’arros amb conill que està fent la mare?

La botiguera, mig morta de por, va agafar una paperina de safrà i la va deixar al mateix lloc de terra on abans hi havia el duro. El forçarrut d’en Patufet es va carregar la paperina a l’esquena i cap a casa falta gent. La botiguera de Ca la Rojals encara deu tremolar, després de veure que el duro de safrà caminava tot solet.

Pel carrer, en Patufet anava cantant ben fort per no quedar fet una coca amb safrà:

Patim patam patum,

homes i dones del carrer,

patim patam patum,

no trepitgeu en Patufet.

Però la gent que el sentien només sabien veure una paperina que corria sola per carrer.

Cantant cantant, la paperina i en Patufet van arribar a casa. Quan la mare se’l va veure sa i estalvi, en va estar més que contenta.
Ets molt bon minyó – li va dir.

I en Patufet s’estarrufava de satisfacció. Tant es va anar engrescant que al capdavall va demanar a la mare que li deixés anar a portar el dinar al seu pare, que estava treballant un tros lluny, fora de casa.
Que no ho veus que ets un esquitx i no podràs ni alçar el cistell? – va fer la dona tota amoïnada.

Però en Patufet va agafar el cistell d’una revolada i el va aixecar amb una sola mà. La mare es va quedar tan parada de veure’l així de forçut, que el va haver de deixar marxar tant sí com no. Aleshores, doncs, en Patufet es va carregar el cistell al coll, i cap al carrer, que m’hi esperen!

Tan bon punt va ser a fora, en Patufet va començar a cantar per por que no l’aplanessin d’una treptijada.

Quan ja havia fet un bon tros de camí, es va adonar que començava a ploure.
Ja hi som! – va fer. I com que no era cosa que se li mullés el dinar del pare, es va determinar d’arrecerrar-se sota una col d’un hort que hi havia a la vora de camí.

Però amb això, mentre esperava que deixés de ploure, va sentir que venia a poc a poc un bou amb la seva esquella dringant. El bou, que no tenia por d’aquelles quatre gotes de pluja, va trobar que li aniria ben bé de fer un bon dinar de cols. Es va ficar a l’hort i es va empassar d’un sol cop la col, el cistell i en Patufet. I ja els tenim tots tres rodolant gola avall.

Mentrestant, el seu pare esperava que li portessin el dinar. I espera que esperaràs, va acabar perdent la paciència. Aleshores, va agafar els trapaus i se’n va anar cap a casa tot rondinant. En arribar, es va queixar a la seva dona perquè s’havia descuidat de dur-li el dinar. Però la dona, més de set vegades esgarrifada, va explicar-li que el dinar l’hi havia portat en Patufet, i que qui sap què li devia haver passat.

Llavors també el pare es va esgarrifar, i tots dos van començar a passar ànsia. Van sortir a fora i van enfilar el camí, tot cridants:
Patufeeeeet, on eeeeeets?

Però en Patufet no sortia per enlloc.

Fins que , arribats a la vora de l’hort, van sentir una veueta llunyana llunyana que contestava:
A la panxa del boooooou, que no hi neva ni hi plooooou!

I aleshores, més animats, ells vinga a cridar:
Patufeeeeeet, on eeeeeets?

El nen hi tornava:
A la panxa del booooou, que no hi neva ni hi ploooooou!

I en acabar hi afegia:
Quan el bou farà un pet sortirà en Patufet!

I al capdavall de tot, el bou va fer el pet, i el menut d’en Patufet va sortir disparat. Però amb l’empenta que duia es va quedar enganxat en un arbre. I si no l’en han tret, encara hi deu ser.

lunes, 25 de mayo de 2009

El mito de Isis y Osiris, Egipto


Osiris era el hijo primogénito del Padre Tierra y de la Madre Cielo. El joven dios hacía gala de un buen semblante y era mucho más alto que los seres humanos. Tomó por esposa a su hermana Isis, diosa de la Luna. Juntos enseñaron al pueblo de Egipto las artes de la agricultura y la elaboración de pan, vino y cerveza. Isis enseñó a las mujeres a moler el maíz, hilar el lino y tejer el paño. Osiris edificó los primeros templos y esculpió las primeras imágenes divinas, enseñando de este modo a los seres humanos lo que eran los dioses. 

Pero no transcurrió mucho tiempo antes de que Osiris fuera víctima de un complot por parte de su malvado hermano menor, Seth, que estaba celoso de su poder. Seth era rudo y salvaje; había provocado su salida prematura del vientre de su madre y estaba determinado a gobernar el mundo en lugar de Osiris. Invitó a Osiris a un banquete y después lo asesinó, encerrando el cadáver en un arcón que después arrojó al Nilo.

Cuando Isis oyó la noticia de que Osiris había sido asesinado, quedó abrumada por el dolor. De inmediato, se lanzó a la búsqueda del cofre. Este había sido llevado mar adentro y arrastrado por las olas hasta Biblos, yendo a parar bajo las ramas de un tamarisco. El árbol creció tan rápidamente que el cofre quedó totalmente rodeado por el tronco.                                                             El árbol esparció un aroma tan exquisito que su reputación llegó a oídos de Isis. Ésta, de inmediato, comprendió su significado. Sin demora, se puso en camino hacia Biblos, sacó el cofre del tronco y lo llevó de regreso a Egipto.

Sin embargo, Seth, conocedor de lo que ella tramaba, fue en busca del arcón al pantano donde Isis lo había escondido, lo abrió y descuartizó el cadáver de su hermano en catorce pedazos, esparciéndolos después por todo Egipto.

Isis no se sintió desalentada. Buscó los preciados fragmentos de su esposo y los encontró todos, excepto el falo. 

Como mujer poderosa que era, y por acto de amor, la diosa reconstruyó entonces el cuerpo de Osiris, uniendo todos los fragmentos y haciendo un nuevo falo de arcilla. Después realizó los ritos de embalsamamiento para que el dios asesinado pudiera regresar a la vida eterna.                                  Durante el proceso, Isis se acostó con él y concibió al divino hijo Horus, quien al nacer fue comparado con un halcón cuyos ojos brillaban con la luz del Sol y la Luna, con el falo de arcilla de la mómia de su marido.                                                                                                                                        Resucitado y liberado desde entonces de la amenaza de la muerte, y reencarnado en su hijo Horus, Osiris podría haber recuperado el gobierno del mundo. Pero se sintió entristecido por el poder del mal que había experimentado en la tierra y se retiró al inframundo, para dar la bienvenida en forma efusiva a las almas de los justos y reinar sobre los muertos.

Correspondió a Horus, el hijo de Osiris, tomar venganza del acto salvaje que había desembocado en la muerte y desmembramiento de su padre. Horus fue criado a escondidas, pues su madre temía las maquinaciones de Seth. Era extremadamente débil al nacer, y solo gracias a la ayuda de los poderes mágicos de su madre pudo escapar a los peligros que lo amenazaban.                                 Osiris se le aparecía con frecuencia y le daba instrucciones acerca del uso de las armas, con la intención de que estuviera pronto dispuesto a hacerle la guerra a Seth, reclamar su herencia y vengar a su padre.

Cuando Horus llegó a la edad adulta, inició una prolongada guerra para derrotar a sus enemigos y logró destruir a muchos de ellos, salvo a su tío, Seth. 

A fin de terminar con el inacabable derramamiento de sangre, los otros dioses convocaron un tribunal y llamaron ante ellos a los dos adversarios. Seth alegó que Horus era ilegítimo, concebido después de que Osiris había sido asesinado; pero Horus demostró con éxito la legitimidad de su nacimiento. Los dioses condenaron al usurpador, restauraron la herencia de Horus y lo nombraron gobernante de Egipto.

domingo, 24 de mayo de 2009

La Bruja de la Catedral de Girona

Hace muchos años atrás, vivía en Girona una mujer que se dedicaba al diabolico arte de la brujería, a fin de mostrar su odio a toda persona religiosa. Acostumbraba insultar a todo habitante que se le pusiera por delante, y a lanzar piedras contra las paredes de la Catedral.

Cierto día, durante las procesiones de Corpus, ella lanzó piedras al paso que se encontraba escenificando el acto, y todos los allí presentes pudieron oir una voz divina que le anunció:

- Piedras tiras, entonces de piedra te quedaras.-

La bruja se convirtió en piedra en el acto. Su aspecto era espeluznante, con la boca por siempre abierta a causa del miedo que sintió. Entonces, los habitantes que allí asistían, la colocaron en la pared de la Catedral, como si fuera una gárgola, para que de su boca no saliésen más insultos, sino agua limpia de lluvia, mirando hacia el suelo para que nunca más pudiera ver el cielo

sábado, 23 de mayo de 2009

La leyenda de los orígenes del Yoga

La leyenda india cuenta la historia de un pez que solía escuchar, a escondidas,  al dios Shiva enseñando los secretos del yoga a su esposa, Parvati.                                                                                 El pez finalmente fue descubierto y el dios lo desterró. Buscó un nuevo lugar donde vivir, y llegó a las costas de India. Una vez en tierra, sucedió un milagro: aquel pez se transformó en hombre.

Los habitantes de aquel lugar lo acogieron y lo llamaron Matsyendra, el señor de los peces. Agradecido por su cálida acogida, Matsyendra les enseñó todas las posiciones del yoga que aprendió del dios Shiva, antes de que éste le desterrase.