martes, 9 de junio de 2009

El dios de la Pobreza y el dios de la Fortuna, cuento Japonés


Hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo vivía un hombre muy trabajador. Este a pesar de trabajar tanto vivía en la miseria ya que el dios de la pobreza vivía en su casa.

Un día decidió dejar de trabajar, cansado de ver que su situación no mejoraba en nada.

Todo el pueblo, al ver que este hombre había perdido las esperanzas en una mejora de su situación, decidieron presentarle a una mujer para que le acompañara, y para el hombre luchara por subsistir. Tan bién fue la presentación que un buen día contrajeron matrimonio.

Ella era muy trabajadora.

El hombre que no quería que sólo ella trabajase, empezó nuevamente a trabajar con todos sus ánimos.

El dios de la pobreza al verlos esforzarse tanto pensó: "Cada día se me hace más difícil vivir aquí, ellos esforzándose tanto, y mientras yo habite  esta casa, ellos no podrán dejar de ser pobres."

Al final de dicho año, el dios de la pobreza se encontraba llorando en el desván de la casa, la pareja al oír el llanto, fueron a ver qué ocurría.

Ellos se sorprendieron y le preguntaron: "¿Quien eres?".

Él les contestó: "Soy el dios de la pobreza. Durante mucho tiempo he vivido aquí, pero vosotros trabajáis tanto que muy pronto tendré que abandonar esta casa, ya que vendrá el dios de la fortuna."

Ellos al escucharlo se sintieron muy tristes puesto que él era el dios que cuidó la casa durante mucho tiempo. Lo invitaron a bajar a la habitación.

El hombre le dijo: "Queremos que se quede aquí con nosotros para siempre, porque ésta es su casa"

El dios de la pobreza se puso muy contento ya que era la primera vez que alguien lo había tratado con tanto afecto.

En ese momento vino el dios de la fortuna y le dijo "¡Todavía estás aquí! ¡Fuera, rápido!

El dios de la pobreza contestó "¡No! ¡Esta casa es nuestra!" y se abalanzó sobre el dios de la fortuna, pero no podía competir con él porque era muy delgado, y el dios de la fortuna muy gordo.

Al ver la pelea el matrimonio le ayudaron, y echaron de la casa al dios de la fortuna.

Éste, sin embargo, no entendía nada de lo que aconteció. Se preguntó a sí mismo: " Yo soy el dios de la fortuna ¿No?"

Al final, el matrimonio nunca pudo llegar a ser rico, pero, vivieron felices para siempre.

El dios de la pobreza todavía vive en una habitación de la casa.

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